Prácticas

Te propongo unas “pequeñas” prácticas para que todo esto no se quede sólo en teoría o en conocer la experiencia de otra persona. Si ya tienes tu propia práctica quizá no necesites hacer éstas. La idea es que inicies tu propia práctica si no lo has hecho aún.

El método en sí es sencillo: silencio y quietud. La postura no es indiferente pero es algo secundario de lo que puedes ocuparte más adelante. Lo importante es que permanezcas en silencio y en calma. (El silencio no siempre es ausencia de sonido, y la calma puede hallarse dentro del movimiento).

Busca en qué momento y lugar quieres hacer los ejercicios. Quizá el mejor momento sea ahora, y el mejor lugar, aquí. No necesitas mucho tiempo.



PRÁCTICA I

Explorar las sensaciones corporales.

Con los ojos cerrados, explora las sensaciones de tu cuerpo. Recorre mentalmente cada zona de tu cuerpo desde los pies hasta la cabeza. Si no vas muy rápido, al final habrás dedicado tan sólo unos minutos a este ejercicio. La idea es focalizar la atención a través de ese imaginario recorrido por tu cuerpo y tus sensaciones.

Te invito a que hagas este ejercicio cada día. Sin esperar nada. No es una cuestión de fe, pero sí de confianza.


PRÁCTICA II

Respira conscientemente.

La atención es la gran herramienta en la meditación. En la primera práctica centraste tu atención en la búsqueda de sensaciones corporales. Ahora se trata de que trates de focalizar toda tu atención en la respiración. O, dicho de otra forma, respirar de forma consciente. Hacer la respiración presente.

Si la atención es una herramienta, el silencio y la quietud son entornos que nos ayudan en la práctica. Silencio y quietud forman parte del camino, pero también del resultado. Busca tu momento, tu lugar… Probablemente el mejor momento sea ahora, y el mejor lugar, aquí.

El entorno ayuda, pero se puede utilizar cualquier ocasión para hacer esta práctica. Andando, esperando a alguien, comiendo… sólo tienes que dirigir la atención a tu respiración, observarla e intentar mantener el flujo de tu atención en ella.

Te invito a que hagas este ejercicio cada día. Sin esperar nada. No es una cuestión de fe, pero sí de confianza.

 

PRÁCTICA III

Explorar tus sensaciones corporales y respirar conscientemente.

Unimos las dos primeras prácticas. Evidentemente puedes seguir practicando cada una por separado e incorporarle las modificaciones que tu intuición y creatividad te sugieran. Lo mejor es que vayas experimentando y descubriendo la práctica que más te gusta o que mejor te va.

Te propongo además un reto: no busques esta vez un entorno favorable, silencio y quietud. Intenta parar en medio de la acción y atiende a las sensaciones que llegan de tu  cuerpo al mismo tiempo que observas cómo estás respirando. En principio es sólo una manera de obligarte a parar y a dirigir tu atención. Si puedes, trata de respirar un poco más lento e intenta llevar esa calma hacia la situación.

Creo que lo mejor de esta práctica es que te obliga a parar.

Te invito a que hagas este ejercicio cada día. Sin esperar nada. No es una cuestión de fe, pero sí de confianza.


PRÁCTICA IV

Ir despacio. Hacer lento.

El silencio y la quietud, construyen un entorno ideal para la meditación. Agudizar la percepción hacia las sensaciones corporales y la observación consciente de la respiración son actos voluntarios que nos ayudan a centrar la atención. 

Aunque busquemos entornos y momentos adecuados para la práctica, siempre habrá un momento ideal: aquí y ahora. Si sentarse quieto, creando alrededor un entorno tranquilo y silencioso, y centrar conscientemente la atención en un punto es un formidable entrenamiento-práctica, siempre podemos llevar ese “modo de hacer” a los actos cotidianos.

Esta práctica trata de incorporar ese “modo de hacer” a la cotidianidad a través de la lentitud. Buscar el silencio dentro del ambiente acústico que nos rodea. Buscar la calma dentro de la acción que cada situación requiere. Agudizar la capacidad de observación tanto de uno mismo (sensaciones corporales y respiración) como del entorno que nos rodea.

Para ello hay que frenar un poco; bajar las revoluciones. Ir un poco más despacio para crear el espacio necesario para la atenta observación. Hacer lento, conscientemente lento.

Te invito a que hagas este ejercicio cada día. Sin esperar nada. No es una cuestión de fe, pero sí de confianza.

 

PRÁCTICA V

“Hay que” sentarse.

La sentada es el campo de entrenamiento, o de batalla. Supone también una actitud: voy a sentarme (aquí y ahora) a… a parar, a respirar, a observar, a contemplar, a escuchar, a agradecer, a hacer nada.

La postura no es lo más importante, pero plantea un reto: la toma de conciencia de tu actitud física y mental. Es un espejo que te muestra “lo que hay”. La postura puede entrenarse, adaptarse, facilitarse. La comodidad se mide desde el punto de vista en que la postura no es un impedimento para la práctica.

Sentarse quieto y en silencio es como decir: aquí estoy, atento, alerta.

Quizá para una “práctica seria” la mejor ocasión no sea “aquí y ahora” sino que tendrás que esforzarte en buscar y planificar el momento y lugar adecuado. Como el desayuno, la ducha, o cualquier actividad cotidiana que realicemos, la práctica de “sentarse a” debería tener también su momento en la jornada.

Busca tu postura, preferentemente sentado con la espalda erguida, que no tiesa. En el suelo, con cojín o sin él, en un banquito o en una silla. Si has hecho las prácticas anteriores tu intuición te puede ir guiando: entra en el silencio y la quietud; agudiza la auto percepción, observa tu respiración…

Te invito a que hagas este ejercicio cada día. Sin esperar nada. No es una cuestión de fe, pero sí de confianza.


PRÁCTICA VI

Crear distancia

En esa actitud de atenta escucha dentro de la calma, dentro del silencio y la quietud, aparecen nuevos sonidos, ruidos, y movimientos: los pensamientos, la actividad mental.

En la meditación se da esta paradoja: me rodeo de silencio y permanezco inmóvil, sin embargo, dentro de mí surge el ruido y el movimiento: el pensamiento, el parloteo mental, el bombardeo de imágenes…

En esa paradoja está al mismo tiempo la solución: ante el silencio y la quietud que voluntariamente adopto, veo la inutilidad de mi ruido y movimiento interno. No tienen sentido.

Meditar es observar. Observar sin involucrarse. El pensamiento no eres tú. Tú eres quien observa al pensamiento. Hay una distancia entre el observador y el objeto. Es en esa distancia, espacio, donde debe permanecer tu atención.

Contemplar los pensamientos. Crear distancia con ellos a través de la contemplación desapegada. No juzgar. No verbalizar. No involucrarse.

No. No es fácil.  



PRÁCTICA VII

“Voy a aprovechar para…sentarme”

Cambia el “voy a aprovechar para” por el “voy a sentarme”.

A veces tenemos unos momentos entre tareas. Unos escasos, pero valiosísimos, minutos que decidimos aprovechar para poner una lavadora, hacer la lista de la compra, hacer la cama, lavar los platos, bajar la basura, contestar mensajes atrasados…  

¿Realmente es todo eso tan importante que no puede hacerse en otro momento?  ¿Y si dedicáramos esos minutos a sentarnos en silencio?

Lo difícil no es meditar, sino querer meditar. 


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